DIAMOND ORTIZ: «BOOMERANG EP»

Si eres lector de la revista Enlace Funk ya te habrás topado en su último número con el nombre del sello MoFunk Records, y con el breve pero pertinente repaso incluido sobre su trayectoria y roster de artistas. Una aproximación más que necesaria, dado que el label angelino es a día de hoy uno de los grandes animadores de la escena modern funk de California,  que artistas como XL Middleton, Moniquea o Diamond Ortiz están revitalizando a golpe de sinte y uptempo.

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 Press Play y escucha «Boomerang»

 

 Lo que hoy os recomendamos es no perder de vista «Boomerang», la última referencia de precisamente Diamond Ortiz; un breve EP de cuatro temas, presuponemos anticipo de lo que será su próxima referencia en larga duración. Armado con su talkbox y sus amor por el synthfunk, Ortiz se ha lanzado a desarrollar todo lo bueno que ya vislumbramos en su anterior «Zooted», también bajo el paragüas MoFunk Records; un sonido fresco, hedonista y mucho menos oscuro que el de los Dam Funk o Turquoise Summers  y que parece creado sobre todo, para disfrutar en la pista de baile. Dada su condición de talkboxer será fácil que emparentes su música con la de Zapp o los hermanos Troutman pero la realidad es que, detrás de las comparaciones más obvias, se encuentra un músico con un discurso rico en matices, devoto de la melodía y que huye de la simple y aburrida mimésis. Así que más allá de más o menos previsibles Zapps-meets-Vaughan Mason and Crew como «Let’s Try» , también nos toparemos con sorpresas como «Fool For You» donde parece evocar la esencia del George Clinton post-Computer Games ( y muy especialmente el de «Federation of Tackheads» junto a Jimmy G) o gozosas bombas como «Get That Love Back ( So Distant)» donde por ejemplo, no esconderá su amor por el boogie más ortodoxo o el sonido Prelude tamizado como no, por la ominipresente influencia del espíritu P-Funk. Una viva mezcla de influencias que ha traído con habilidad a nuestros días un productor y multi instrumentista de incuestionable talento, conformando así un puñado de tracks luminosos, refrescantes y con todo el sabor del eterno verano californiano. Muy por delante de anteriores referencias como el ya lejano – y más G-Funk- «It’s a Cali Thing» (2013), el trabajo de Diamond Ortiz comienza a colocarse ya a la altura de los grandes popes del modern funk, un género que por otra parte, necesitaba de manera imperiosa la irrupción de nuevas perspectivas. Un EP que saldrá oficalmente a la venta el próximo 3 de Marzo con una edición limitada de 300 copias en vinilo de los que desde ya, puedes reservar tu copia. No lo dudes, Jerry Diamond-Ortiz ha llegado para quedarse.

Gonzalo Oya

EBONEE WEBB: Sureños errantes pt 1

La historia de Ebonee Webb, una banda nacida en Memphis a principios de los 70, que emigra a Japón para editar sus primeros hits en japonés, y termina en los 80 regresando a la casilla de salida para ponerse a las órdenes de Allen Jones, es una de los más curiosas que jamás escucharás en la historia del disco-funk.

Su aventura comenzó como la de otros muchos en Georgia, como un anónimo combo de músicos que se ganaba la vida como instrumentistas a sueldo de Stax. Así que, si eres fan de Rufus Thomas, Isaac Hayes, la primera etapa de los Bar Kays o simplemente, un freak del legendario sello, es probable que les hayas escuchado sin saberlo en alguno de sus viejos éxitos. Puede que por ello, la caída en desgracia de Stax fuera la mejor noticia para unos músicos extraordinarios que, tras ser despedidos, deciden liberarse dando vida a Ebonee Webb fuera de las cuatro paredes de los desangelados estudios del label. Así será como, a través de diversos singles de muy limitado recorrido en su entorno y con sus múltiples actuaciones en clubes de la zona, comenzarán a hacerse un nombre en todo el área sureña. Su mirada estaba puesta en la Costa Este y la escena disco-funk de NYC por supuesto, pero ésta jamás se mostrará receptiva a su música.

EBONEE WEBB _self-titled_

Sin contrato y sin éxito alguno relevante a sus espaldas, Ebonee Webb parecía entonces en una callejón sin salida, destinado a languidecer lentamente en los clubes nocturnos de Atlanta. Sin embargo, a finales de los años 70 comenzarán a recibir una serie de extrañas llamadas que lo cambiarán todo. Por lo que parece,  su música es muy popular en diversos países de Africa y Asia, donde muchos promotores se muestran interesados en llevar su música y su directo. Sin dudarlo, la banda se lía la manta a la cabeza, deja su Memphis natal y se lanza a probar suerte en la otra parte del mundo, donde por fin en Japón, tendrán su primera gran oportunidad discográfica.

Durante esta gira asiática, y tras un par de exitosas actuaciones enTokio, recibirán la visita de un directivo de King Records -reyes de la música negra en Japón en aquel entonces- y del productor Mothiko Takawa, que les hace una jugosa oferta para lanzarse a la producción de hits disco-funk…cantados en japonés. Una delirante empresa que, sin embargo, dará como resultado un pequeño clásico en 7 » como «Disco Otomisan» (1978) , un éxito brutal en el mercado nipón, diversas apariciones televisivas y la edición del que seguro es el disco más extraño jamás editado por una banda funk sureña:  «Memphis Soul Meets Japanese Folk Songs» (1979) donde de nuevo, se lanzarán al R&B/ funk cantado en japonés bajo la profesional batuta de Takawa.

«Disco Otomisan», la curiosa aventura japonesa de Ebonee Webb

El destino querrá que, en la otra parte del mundo y al mismo tiempo que nuestros chicos hacen fortuna en Tokio, otro ilustre habitante de Memphis llamado Allen Jones firme un jugoso deal con Capitol Records. Jones, figura fundamental para explicar el desarrollo de la escena sureña desde los viejos tiempos del southern soul, había logrado establecerse como uno de los productores de referencia para la industria gracias al éxito de los Bar Kays, para quienes había logrado tres discos de oro consecutivos; galones más que suficientes para que la major confiara en su olfato como cazatalentos. En uno de esos momentos de timing perfecto, un viejo amigo llamado Anthony Taylor le cuenta el éxito que están obteniendo en Japón los tipos a los que representa, unos músicos de sesión  a los que ambos habían conocido casi diez años antes, en pleno esplendor de Stax. Un par de llamadas más tarde, Ebonee Webb ya estaban poniendo rumbo de vuelta a Georgia para firmar su contrato con Unison y Capitol Records.

Con su incorporación, Ebonee Webb apuntalan un roster que completaban los recientes fichajes de Kwick, Chocolate Milk, que procedentes de Nueva Orleáns, eran los únicos ajenos a la escena local y, por supuesto, los legendarios Bar Kays. Todos bajo las órdenes de un productor imprescindible, pero del que muchas veces se ha cuestionando el verdadero peso de su trabajo a la hora de desarrollar el espectacular sonido de las bandas a su cargo. Una versión que recordaría a casos como el de Lonnie Simmons en Total Experience, y a la que el propio James Alexander – mítico bajista de los ‘Kays – ha dado cierto vuelo en más de ocasión, reconociendo que lo suyo era un trabajo de producción colectivo en el que todos participaban, pero en el que Jones tenía la última palabra.

El primer encargo para Ebonee Webb -acreditados aquí como The Memphis Rhythm Section– será dar soporte instrumental al debut de Kwick, una joven banda que Jones utilizará para presentar la marca Unison Productions en sociedad. Un éxito que anticipará la edición del debut de Ebonee Webb, cuya aparición en escena será recibida como la nueva esperanza del disco-funk sureño. Manteniendo el line-up del grupo, con  ocho miembros liderados por Charles Liggins y Michael Winston, la banda será presentada como un proyecto intermedio entre la  juventud de Kwick y la sólida veteranía de los Bar Kays; una tercera vía, con la que Capitol esperará dar con la tecla adecuada en plena debacle disco-sucks.

Ebonee Webb «Anybody Wanna Dance«

Ebonee Webb «Throw Down»

Ebonee Webb «Gonna Get’Cha»

Con la producción integramente acreditada a Allen Jones y Anthony Taylor «Ebonee Webb» (1981), ofrecerá una curiosa mezcla de elementos sonoros, entre la vanguardia funk y el rnb vieja escuela, única en su especie. Así, nos encontraremos sudorosos bangers de indudable aroma sureño como «Throw Down« -que simplificando, a muchos podrá recordar al sonido de Cameo de aquellos años-  o evidentes guiños a Charlie Wilson y Gap Band como la infecciosa «Everybody Wanna Dance», sin duda uno de los mejores momentos de la álbum, al lado de trasnochadas baladas como «Do Me Right ( Everybody Needs A Little Love)» o algo más acertados slowjams á la Bar Kays como «Woman» en los que en cualquier caso, la banda no mostrará su mejor cara.  Fiel a la política de máximos que caracterizará todos los productos de Unison Productions, Jones cuidará al milimetro un proyecto creado, literalmente, para disfrutar en familia.  Un llamativo pero desigual conjunto, conformado por un puñado de bangers disco para los más jóvenes y un par de pulcras baladas para el público más maduro, que funcionará muy bien en las listas de ventas. Así, singles como «Anybody Wanna Dance» y «Gonna Get’Cha» comenzarán a sonar con fuerza en los clubes de la costa Este y asentarán el disco de manera cómoda en el top 20 de Rnb , cumpliendo de sobra los objetivos marcados por Capitol.  Un éxito asentará el proyecto de Jones, y posibilitará una segunda y última entrega de la banda  «Too Hot» (1983), con cambio de look y sonido incluidos. Pero eso es algo que os contaremos en el próximo capítulo….

Gonzalo Oya.